La palabra Urbex proviene de la fusión de urbano y exploración. Desde hace siglos hemos sentido la necesidad de descubrir misterios, de examinar para conocer, de indagar por curiosidad y de aventurarnos en lo desconocido de aquellos lugares relegados al olvido que forman parte de un pasado singular.
Como exploradores nos convertimos en testigos directos del deterioro, producto del paso del tiempo y, gracias a la fotografía inmortalizamos su belleza decadente. Siendo el resguardo con el que podemos transmitir la historia del lugar, las emociones y las sensaciones. Algunas de las normas de esta práctica son las siguientes: no se entra en los sitios cerrados, no se fuerzan los accesos, no se rompe, no se toca, no nos llevamos nada y no se revela dónde está aunque resulte muy reconocible.
No existen documentos que nos permitan contextualizar el inicio de la exploración urbana de arquitecturas y construcciones abandonadas. Algunos autores dicen que el origen se remonta al 3 de noviembre de 1793, cuando Philibert Aspairt, exploró las catacumbas de París.
Cabría preguntarse si fueron los pintores románticos, en el siglo XVIII, los primeros en practicar este tipo de exploración ya que con ellos se comenzó a realizar el retrato de la ruina, recuperando así, el espíritu clásico con sentimiento de lo perecedero y la impresión sobre su serenidad. Estos románticos sentían atracción por lo anacrónico, por la melancolía, fascinación por la potencia creadora del ser humano y por la capacidad destructora de la naturaleza y del paso del tiempo. Podríamos decir que son épocas y formas diferentes, pintura y fotografía, de eternizar la imagen de la ruina.
Ruinas de Luis Rigalt, 1865. Fuente: Wikipedia.
Un paisaje en ruinas es una de las imágenes románticas por antonomasia y son tesoros del naufragio del tiempo que también cautivaron a poetas.
Escribió Adolfo Bécquer: “Silenciosas ruinas de un prodigio del arte, restos imponentes de una generación olvidada, sombríos muros del santuario del Señor, heme aquí entre vosotros. Salud, compañeros de la meditación y la melancolía, salud”.
Curiosidad por el pasado, la historia y la esencia de los lugares
John Ruskin no se planteaba la belleza de lo que fue, sino de lo que era en ese momento “un paisaje abandonado donde la arquitectura yace moribunda como algo evocador para la inspiración”. Atrás quedaron estas obras medievales desamparadas de las que habla Ruskin para dar paso a la “ruina moderna” que en la actualidad son edificios en desuso, construcciones inacabadas e instalaciones olvidadas.
La Arquitectura tiene la capacidad de permanecer en la memoria de las personas, pero la Naturaleza con su carácter indomable reclama todo lo que éstas desatienden y que en origen le pertenecían. Estos lugares, abandonados, se encuentran impregnados de un misterio que sólo la soledad y el descuido lo pueden promover. En ellos existe añoranza, en su vacío historia y en la sombra poesía.
Este amor por lo desconocido nos permite imaginar otra época cuando esta arquitectura era vivida y obtener un goce estético, siendo la exploración una experiencia íntima e intransferible. En estas construcciones observamos el efecto del paso del tiempo por la falta de mantenimiento, la pérdida de estanqueidad y el vandalismo.
Fachada principal Europea de Escayolas. Fotografía: Isabel Muñoz
Buscando la belleza de lugares en decadencia donde la huella del abandono y del paso del tiempo son, a la vez, vestigio y cicatriz en el paisaje podemos encontrar Europea de Escayolas. Ubicada en el entorno del Iregua su conjunto continúa proporcionando una definición volumétrica de lo que un día fue. Según catastro esta empresa inició su andadura en 1967 y a partir de los años 80 comenzó su declive siendo abandonada por cese de la actividad. Un día cerró y perdió su función, pero adquirió otras como espacio escenográfico para videoclips musicales y punto de referencia para rutas de senderismo. Posee una anónima belleza de desolación donde el tiempo parece detenido, reafirma su encanto en el territorio e inicia un diálogo con la soledad.
Su tipología es de fábrica urbana y su configuración espacial atendía a dos principios fundamentales: disciplina en el proceso de producción y el uso de las técnicas de la época. Los distintos cuerpos que la componían lo hacían de forma acumulativa seguramente porque se fue construyendo y ampliando según las necesidades. Contaba con un volumen destinado a viviendas, otro a espacio de trabajo y una pequeña bodega. Un diseño sin compromiso, condicionado por la funcionalidad organizativa del interior para facilitar el proceso productivo y la supervisión de los trabajadores.
Su fachada principal muestra un juego rítmico de poliedros de distintos tamaños, materiales y texturas cuyo núcleo principal es el elemento aglutinador.
Exterior Europea de Escayolas. Fotografía: Isabel Muñoz
Núcleo principal. Europea de Escayolas. Fotografía: Isabel Muñoz
Interior Europea de Escayolas. Fotografía: Isabel Muñoz
Interior Europea de Escayolas. Fotografía: Isabel Muñoz
Con sólo cruzar el umbral con una mirada diferente y deambulando por su interior se percibe una atmósfera de expectación que esconde una belleza no exenta de emoción, armonía en el deterioro y una estética de la imperfección. Somos conscientes de que este lugar tiene vida en el pasado y huella en el presente. Se percibe tranquilidad contemplando estos espacios tan evocadores donde aparecen planos interrelacionados.
Este complejo continuará vivo en las fotografías, pero, en breve será demolido o colapsado por sí mismo.
Interior Europea de Escayolas. Fotografía: Isabel Muñoz
Interior Europea de Escayolas. Fotografía: Isabel Muñoz
La estética de lo bello y de lo sublime en un espectador sensible, en cuya conciencia se desarrolla y crece, reside en la vivencia de la experiencia y en el sentimiento interiorizado del tiempo y del espacio ante la naturaleza que nos cautiva. El vestigio del pasado es símbolo del ocaso ya que todo pasa, se disuelve y perece. Sólo el tiempo sigue adelante.
¿No es maravilloso encontrarse con arquitectura abandonada que ha quedado suspendida en el tiempo? Nos proporciona disfrute intelectual y la nostalgia que nos permite ser conscientes del “tempo fugit”
Isabel Muñoz
